Esta instalación se concibió a partir de un documento auténtico, del inventario del siglo XVIII que contabilizó el comercio imperial, diverso pero desigual, entre España y sus colonias.
Se trata de una ofrenda que es, a la vez, ironía y reparación simbólica: papas marchitas que, sin embargo, germinan sobre ese documento y que quebrantan el pan de oro y el pan de plata que las recubren.
Esas pepas de oro y plata, convertidas en objeto de deseo y base de la riqueza del reino de España, fueron, ellas mismas, con el tiempo, la razón de su deterioro.
Y la ironía consiste en darse cuenta que el ser vasallos no es una carencia de recursos sino un sistema psicosocial de minusvalías: estructuras de dominación cuyo sustento esencial es la complicidad de la víctima, su vasallaje.
Finalmente, la papa, desarrollada y amaestrada en nuestro territorio desde la antigüedad, es la que mejor resume su valor al convertirse en el producto de oro de los mercados mundiales.
Por lo tanto, esta ofrenda es también una ofrenda de reparación.
Carmen Reategui
Texto
DEL TRIBUTO COLONIAL A LA OFRENDA LIBERADORA
Gustavo Buntinx